miércoles, 16 de diciembre de 2009

Identificacion entre Poder y Pueblo


“La congruencia es vivir como se piensa y hacer lo que se dice”. Los mexicanos debemos ser congruentes.

Para poder entender y digerir lo que rodea este tema es necesario conocer los principios fundamentales de la relación que debe existir entra la cultura del pueblo y el Estado así como el epicentro de lo que ha sido –acentuado en los últimos 15 años- el “divorcio” entre sociedad y gobierno, entre pueblo y política.

Para comenzar me gustaría hablar un poco de lo que es la cultura; la cultura es construida desde el hogar, las familias y las comunidades. Es la relación con uno mismo, con nuestro prójimo, con la naturaleza misma y con el conocimiento. Es por ello que la cultura de las personas poca o mucha, expresa la grandeza o pobreza de una Nacion.

La cultura de un País es el rostro del bien común y tiene como premisa lograr el desarrollo permanente y constante de los seres humanos. La cultura es pensamiento y acción, es más que tener buena educación o buenos modales y costumbres. En la cultura de cada uno de nosotros está la de los demas.

En lo que respecta al Estado o Gobierno, este ha de asegurar a todos por igual; tanto a hombres como a mujeres, debe crear acceso a los valores culturales y a la libertad de creación y expresión de la cultura, también debe garantizar el respeto permanente a la libertad de expresión y al bien común, en resumen Estado y sociedad deben constituir un binomio en aras de servir a la creación de una Nación solida y unida.

En la actualidad en México no existe tal binomio, ni la identificación entre los actores principales de la sociedad, esta es una situación que ha ido creciendo, cuanto peor es el papel de los políticos mayor es el desinterés de la sociedad y el vínculo que los debe unir está dividido por una línea cada vez más gruesa.

La identificación del poder y del pueblo, para que sea verdadera, durable y fructífera, debe lograrse no con propaganda que hablen de las inversiones millonarias del gobierno o de campañas llenas de promesas y acciones psicológicas (mentiras, convencimiento etc.). Dicha identificación solo puede ser alcanzada por el sufragio efectivo, por la participación democrática del pueblo, por la decisión libre de los ciudadanos, por el dialogo y colaboración entre el poder y pueblo, por la responsabilidad real del gobierno en la rendición efectiva de cuentas, por la garantía de procesos electorales genuinos y por la deliberación responsable de los programas sociales.

En México tenemos un grave problema, un problema que debe llamar nuestra atención y que nos incluye a todos los mexicanos, desde el modesto carpintero o jardinero hasta al prominente empresario, pasando por directores, políticos, estudiantes, maestros y hasta religiosos. Si bien es cierto nuestro país ha sido vapuleado, golpeado y hasta prostituido por gobernantes corruptos, ineptos y mediocres, pero no es solo culpa de un gobierno o una mala administración, el rumbo del país es una situación que a todos nos debe preocupar y no es una responsabilidad privativa de los políticos. No podemos desvincular a la política de la sociedad argumentando y señalando a los políticos como si fueran la única clase que ha fallado, que ha robado o que no rinde cuentas claras, debemos recordar que son mexicanos igual que todos y no podemos esperar a que actúen diferente si estos son extraídos finalmente de la sociedad, entiéndase pues que el comportamiento de esta clase es un reflejo de nuestra cultura, una cultura pobre, de identificación nula con su nación (porque festejar el día del grito o festejar los goles de la selección no nos hace mas mexicanos o patrióticos.) e instituciones, una cultura de indiferencia hacia el comportamiento, hacia la honradez, hacia la transparencia, una cultura en la que cada que podemos tiramos basura en nuestras calles, “grafiteamos” nuestros edificios, quemamos bosques, una cultura en la que hacemos hasta lo imposible por no dejar crecer profesionalmente a un compañero de trabajo, en la que nos preocupamos mas en lo que hace o dejan de hacer los demás que lo que hacemos nosotros mismos, una cultura en la que robamos el cable del vecino o el cable de cobre del alumbrado público, una cultura que no ve a los ojos a nuestra patria, a nuestra nación.

No esperemos pues que la clase política trabaje para el pueblo, mientras mantengamos una cultura egoísta y envidiosa no se lograra ese cambio y no podremos ser mejores políticos, mejores profesionistas o hasta mejores deportistas.

OJO, en México no es solo una cuestión económica, o política las que no dejan cambiar a nuestro país, no es solo el narcotráfico o la delincuencia, SOMOS TODOS, quienes a través de los años hemos hecho un país pobre culturalmente, en donde esperamos que vengan superhéroes –quizás de otro planeta- a salvarnos de “nuestras desgracias” de “nuestros malos gobiernos” de la “desigualdad”, “de la violencia”, de la “corrupción.

La solución está en nuestras manos, seria criminal estancarnos en la búsqueda de culpables si basta vernos en el espejo y asumir nuestras responsabilidades ciudadanas, solo así: ASUMIENDO; mejoraremos como funcionarios, como políticos, como maestros, como alumnos, como vecinos y como jefes, consecuencia de haber logrado esa identificación plena entre el poder y el pueblo, para construir de este modo esa tan ansiada PATRIA GRANDE, ORDENADA y GENEROSA.

Me despido con un fragmento extraído del poema de José L. Robles de la Torre incluido en su libro “Partículas de patria”, el cual me gusta mucho.


“…la patria no es tan solo territorio, ni los mares, ni el espacio….son tus hombres vigorosos que te han dado libertad, en combates fragorosos, se han portado cual colosos para poderte forjar.

Son los héroes inmortales que su sangre derramaron.
Es la enseña Nacional, con el verde de los campos….
Con el rojo del dolor….
Con la pureza del blanca….
De inocencia y religión…
Es la tierra… Es el Hombre….”


Parrafos 2 y 3 Fragmentos extraídos de Principios de Doctrina del Partido Acción Nacional, Aprobados por la XLV Convención Nacional el 14 de septiembre de 2002, 1era edición, marzo 2003.